Caracas, 02 Abr. AVN.- El 2 de abril de
1819, el estado Apure, en los llanos de Venezuela, fue el escenario de
la batalla de las Queseras del Medio, heroico episodio de la historia
venezolana que inmortalizó la estirpe guerrera del pueblo de Simón
Bolívar.
El hecho, recordado este jueves por la ministra para la Comunicación e Información, Jacqueline Faría, a través de Twitter (@JacquelinePSUV), tuvo como protagonista al ejército del Libertador, y se desarrolló al margen derecho del río Arauca, lugar conocido como las Queseras del Medio.
En ese lugar, los patriotas esperaban el momento oportuno para atacar y observaban sobre el lado opuesto a la tropa realista, que llegaba a los 1.200 jinetes. Ante ese monumental ejército, parecía imposible ganar.
A principios de 1819, los patriotas habían recuperado la mitad del territorio venezolano. El Libertador había designado como capital provisional de la República a la ciudad de Angostura (hoy Ciudad Bolívar), donde funcionaba el Gobierno y el periódico El Correo del Orinoco.
Las provincias liberadas eran: Barinas, Barcelona (Anzoátegui), Caracas, Guayana y Margarita (Nueva Esparta), así como las de Casanare y otras de Nueva Granada (actual Colombia).
La furia de los realistas se debió al proceso de liberación que estaba viviendo el país, gracias a un ejército que luchaba por la independencia. El general realista Pablo Morillo y Morillo, teniente general de los ejércitos de España y conde de Cartagena, se aprestaba a recuperar espacios para la corona ibérica en los territorios liberados.
Su plan consistió en cruzar el río Apure en búsqueda de las fuerzas republicanas, a finales de enero de 1819, para consolidar su grupo y acabar con los patriotas. Sin embargo, ante las provocaciones constantes que el general José Antonio Páez le hacía para demostrarle el ímpetu y la gallardía de los venezolanos, el militar español quiso tenderle una trampa.
La estrategia consistía en que si Páez volvía a provocar al ejército, atacándolo y fingiendo retirada para volver inmediatamente a la carga, los realistas se moverían contra él para obligarlo a huir sin volver la cara, y ya en fuga, perseguirlo con 200 hombres escogidos de la caballería, montados a caballos de buena carrera y resistencia, para acorralarlo y hacerlo prisionero.
Una vez que Páez se entera, gracias a la información que le brindó un oficial de nombre Vicente Camero, decidió plantearle a Bolívar que le permitiera cruzar el Arauca con un grupo pequeño, y usando su táctica habitual, buscaría atraer a los realistas hasta el frente del lugar en donde se encontraban.
Páez dividió a sus lanceros en tres filas para penetrar hacia el centro del ejército realista, mientras que Morillo envió a sus tropas bajo el mando de Narciso López, alias Gorrita, y la estrategia fue colocar a sus hombres en dos columnas para atacar al ejército del llanero.
Analizando cada movimiento, Páez le pide a Juan José Rondón, uno de sus lanceros, que enfile por la retaguardia al grupo de Gorrita, mientras el general patriota finge la huida, aprovechando que López se adelantó con la caballería y le abrió espacio al grupo patriota. Este no desperdició la oportunidad para aniquilar a los oponentes con sus lanzas de punta de diamante, filudas y fuertes.
Cuando el plan de Páez está en plena ejecución, ya cayendo la noche, el resto del ejército venezolano escuchó el grito que se grabó para siempre en el corazón de la patria: "¡Vuelvan caras!". Esta señal hizo retroceder a las tropas, confundió al enemigo y permitió avanzar con determinación a los patriotas, de tal manera que ni la artillería española venció a los humildes llaneros que contaban con armas menos sofisticadas.
Hoy, 196 años después, el legado de los 153 lanceros permanece latente en cada corazón venezolano. Su valor, sobre el cual descansa nuestra soberanía, deja un mensaje contundente a la tiranía imperial: Venezuela, como dijo el general Ezequiel Zamora años más tarde, es una tierra de hombres libres.
El hecho, recordado este jueves por la ministra para la Comunicación e Información, Jacqueline Faría, a través de Twitter (@JacquelinePSUV), tuvo como protagonista al ejército del Libertador, y se desarrolló al margen derecho del río Arauca, lugar conocido como las Queseras del Medio.
En ese lugar, los patriotas esperaban el momento oportuno para atacar y observaban sobre el lado opuesto a la tropa realista, que llegaba a los 1.200 jinetes. Ante ese monumental ejército, parecía imposible ganar.
A principios de 1819, los patriotas habían recuperado la mitad del territorio venezolano. El Libertador había designado como capital provisional de la República a la ciudad de Angostura (hoy Ciudad Bolívar), donde funcionaba el Gobierno y el periódico El Correo del Orinoco.
Las provincias liberadas eran: Barinas, Barcelona (Anzoátegui), Caracas, Guayana y Margarita (Nueva Esparta), así como las de Casanare y otras de Nueva Granada (actual Colombia).
La furia de los realistas se debió al proceso de liberación que estaba viviendo el país, gracias a un ejército que luchaba por la independencia. El general realista Pablo Morillo y Morillo, teniente general de los ejércitos de España y conde de Cartagena, se aprestaba a recuperar espacios para la corona ibérica en los territorios liberados.
Su plan consistió en cruzar el río Apure en búsqueda de las fuerzas republicanas, a finales de enero de 1819, para consolidar su grupo y acabar con los patriotas. Sin embargo, ante las provocaciones constantes que el general José Antonio Páez le hacía para demostrarle el ímpetu y la gallardía de los venezolanos, el militar español quiso tenderle una trampa.
La estrategia consistía en que si Páez volvía a provocar al ejército, atacándolo y fingiendo retirada para volver inmediatamente a la carga, los realistas se moverían contra él para obligarlo a huir sin volver la cara, y ya en fuga, perseguirlo con 200 hombres escogidos de la caballería, montados a caballos de buena carrera y resistencia, para acorralarlo y hacerlo prisionero.
Una vez que Páez se entera, gracias a la información que le brindó un oficial de nombre Vicente Camero, decidió plantearle a Bolívar que le permitiera cruzar el Arauca con un grupo pequeño, y usando su táctica habitual, buscaría atraer a los realistas hasta el frente del lugar en donde se encontraban.
Páez dividió a sus lanceros en tres filas para penetrar hacia el centro del ejército realista, mientras que Morillo envió a sus tropas bajo el mando de Narciso López, alias Gorrita, y la estrategia fue colocar a sus hombres en dos columnas para atacar al ejército del llanero.
Analizando cada movimiento, Páez le pide a Juan José Rondón, uno de sus lanceros, que enfile por la retaguardia al grupo de Gorrita, mientras el general patriota finge la huida, aprovechando que López se adelantó con la caballería y le abrió espacio al grupo patriota. Este no desperdició la oportunidad para aniquilar a los oponentes con sus lanzas de punta de diamante, filudas y fuertes.
Cuando el plan de Páez está en plena ejecución, ya cayendo la noche, el resto del ejército venezolano escuchó el grito que se grabó para siempre en el corazón de la patria: "¡Vuelvan caras!". Esta señal hizo retroceder a las tropas, confundió al enemigo y permitió avanzar con determinación a los patriotas, de tal manera que ni la artillería española venció a los humildes llaneros que contaban con armas menos sofisticadas.
Hoy, 196 años después, el legado de los 153 lanceros permanece latente en cada corazón venezolano. Su valor, sobre el cual descansa nuestra soberanía, deja un mensaje contundente a la tiranía imperial: Venezuela, como dijo el general Ezequiel Zamora años más tarde, es una tierra de hombres libres.
AVN
02/04/2015 15:15
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